En Mestizo Colección empezamos siempre por el encuentro entre materiales con identidad.
Cuando imaginamos este mate, había una pregunta simple pero profunda: cómo reinterpretar un ícono de nuestra cultura desde el diseño.
La respuesta llegó en la combinación del gres y la madera de lenga:
El gres nos daba permanencia, solidez y ese vínculo silencioso con lo cotidiano.
La madera de lenga, en cambio, aportaba calidez, veta y una relación directa con la mano.
Esa tensión entre lo rústico y lo moderno, lo duro y lo noble, lo estable y lo vivo, es justo lo que buscábamos: un mate que se sienta firme, pero cercano; un objeto que no sea frío, sino parte de la juntada.
Pero detrás de esa sencillez aparente hubo un desafío técnico importante.
El gres y la madera tienen comportamientos distintos: trabajamos con talleres locales especializados en cerámica, carpintería y tornería para ajustar encastres, chaflanes, curvaturas y terminaciones. Fue un proceso de prueba y diálogo constante, donde la precisión estuvo siempre al servicio del uso y de la experiencia.

Este mate nació con una idea clara: recuperar la ronda.
En un tiempo donde todo tiende a lo individual y eficiente, quisimos que el diseño volviera a invitar a compartir. Que el mate circulara, que volviera siempre al cebador y fuera, otra vez, excusa para detenerse y estar con otros.
La devolución que más nos emociona de quienes lo usan es esa:
no lo sienten como un objeto “propio”, sino como uno que pide pasar de mano en mano.
Y con el tiempo, cada uno gana carácter, se hace parte de la rutina y, sobre todo, del ritual.
Un mate pensado desde los materiales, los oficios y la convicción de que algunos objetos todavía pueden ayudarnos a encontrarnos.
